miércoles, 18 de junio de 2014

APUNTES AL VUELO

La Fuerza del Compromiso
Colaboración Especial para Hechos y Opinión
 
Todo es cuestión de enfoques y de la trinchera en que nos encontremos. En la vida el estar enfocado a la superación y preparación continua nos permite crecer, este crecimiento personal debe de ir acompañado de un desarrollo colectivo, ya que los grandes proyectos no se alcanzan en solitario se logran con un verdadero trabajo en equipo. Es en este contexto que cada uno de nosotros aprende a alcanzar lo que se propone sobre la escala de valores, los mismos que nos permiten precisamente a valorar cual es el alcance de nuestras fuerzas y debilidades, esa es la sabiduría de reconocer los logros personales y los logros alcanzados con el esfuerzo y compromiso de los demás.  

Para alcanzar lo anterior, primero se debe de contar con la habilidad para seleccionar a los miembros de un equipo, después con la capacidad para inculcar el espíritu colectivo, de un ambiente de trabajo que permita precisamente sentirse parte del trabajo y de los logros. Antes de iniciar, hay que estar seguros que todos hablamos el mismo idioma y que entendemos cual es el compromiso, una palabra tan sencilla y antigua como la humanidad, es un término que los griegos utilizaban para establecer que en base a la fuerza de la palabra ya existía un “compromissum” que se sustentaba en los valores de quien se comprometía.

Para que exista un compromiso, es necesario que haya un conocimiento, no debemos desconocer los aspectos del compromiso. No podemos entrar a un proyecto laboral, deportivo o político si se desconocen los objetivos que se pretenden alcanzar. Estos son materialmente posibles cuando existe un compromiso compartido, tanto del líder que encabeza el proyecto como de los personajes que son invitados a ser parte de esta aventura. Es aquí donde cobra vital importancia el saber de dónde vienen cada uno de sus integrantes, que es lo que los motiva a participar, como explotar sus habilidades y que es lo que están dispuestos a hacer por la misión colectiva.

En teoría se supone que el anhelo de todo ciudadano es contribuir al mejoramiento de la sociedad, al debate constructivo que exige de cada uno de nosotros un verdadero compromiso para participar en la construcción de una sociedad justa, solidaria y productiva, pero es aquí donde se pierde la fuerza del compromiso cuando, nada de todo lo descrito con anterioridad se logra, si los padres no iniciaron la formación de estos valores en sus hijos, para que cuando ellos crezcan puedan en consecuencia comprometerse con verdadera responsabilidad.

Cuantos ejemplos no conocemos de personas que no piensan en el compromiso y el trabajo en equipo, ya que son presas de la ambición personal. Comenzaremos por lo político, para poder afrontar los tres principales desafíos en México: la superación de la desigualdad económica, la instauración de una cultura plenamente democrática y la convivencia armónica en el respeto a las diversas y verdaderas libertades. Para esto es necesario que el político conozca y aplique los valores, pero ¿y si no los formaron en su casa?, pues por más que anhele no podrá inculcarlos en sus equipos, porque ellos se conducirán como lo haga su líder pensando que actúan correctamente para hacer realidad esta obra común. Pero su proyecto estará incompleto y nunca se sumarán más personas para mejorar y mantenerlo vigente en el futuro, ya que todo quedara en sueños y palabras que se lleve el viento.  

Este proceso es algo complejo, para poder comprenderlo, es necesario citar ejemplo ordinarios, y que mejor que los casos deportivos. Un manager de beisbol no puede inculcar valores en sus jugadores, si él mismo carece de estos, por lo que se limitara a entrenar, si bien les va y a darles indicaciones para que entren en acción en el terreno de juego. Pero un jugador no puede aplicar en el diamante lo que nunca ha aprendido, porque de manera espontanea no sabrá batear, cachar, correr las bases o barrarse para dar el extra. Todo esto ocurre porque no existe un compromiso de parte del manager hacia sus peloteros y los peloteros al desconocer el objetivo del proyecto no tienen un compromiso con su equipo. En consecuencia el objetivo principal está en un idioma desconocido y nunca se alcanzara por más que jueguen pelota todos los días, porque como diría José Alfredo “siempre caigo en los mismos errores”.

Otro caso de la vida real, en el ámbito deportivo, es el entrenador de un equipo de futbol que al no darse el tiempo de platicar para conocer a sus jugadores, pues desconoce sus necesidades e intereses por el futbol, por lo tanto al tomar decisiones están son limitadas. Llegando al caso de que no obstante que estos le compartan sus vivencias, tales como problemas familiares o el tener que sacrificar horas de trabajo, o realizar largos y agotadores traslados de una ciudad a otra para incorporarse al equipo, simple y sencillamente los ignoren por completo dejándolos en la banca. En este caso, si existe un verdadero compromiso del futbolista hacia el equipo, pero el equipo no valora su esfuerzo y compromiso, por ende el desarrollo colectivo se perderá no obstante que se consigan triunfos, ya sea en temporada regular o en fase de penales.

Cada historia de vida es una oportunidad histórica para aprender y comprometernos con los proyectos sociales, pero para que exista una superación y crecimiento continuo, es necesario un desarrollo colectivo, por ende reiteramos que las grandes obras políticas y sociales no se alcanzan en solitario se logran con un verdadero trabajo en equipo. Los campeonatos no los conquista un solo jugador, ni Maradona, ni LeBron, ni Jetter fueron los reyes jugando solos, inclusive en los deportes individuales como el Golf o el Tenis, el campeón requiere de la fuerza en el compromiso por parte de un equipo, y si no lo creen, pregúntele a Tiger Woods que tiene tres años jugando solitario y sin los resultados esperados, todo por no cuidar los aspectos de una relación profesional y personal.  

Notas al Vuelo: La moneda está en el aire…algunos lo entenderán y otros lo dejaran pasar.
 El autor es analista político desde 1992, catedrático universitario y con amplia formación en el servicio público.
Columna No. 124

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