Colaboración
Especial para Hechos y Opinión
Todo es
cuestión de enfoques y de la trinchera en que nos encontremos. En la vida el
estar enfocado a la superación y preparación continua nos permite crecer, este
crecimiento personal debe de ir acompañado de un desarrollo colectivo, ya que
los grandes proyectos no se alcanzan en solitario se logran con un verdadero trabajo
en equipo. Es en este contexto que cada uno de nosotros aprende a alcanzar lo
que se propone sobre la escala de valores, los mismos que nos permiten
precisamente a valorar cual es el alcance de nuestras fuerzas y debilidades,
esa es la sabiduría de reconocer los logros personales y los logros alcanzados
con el esfuerzo y compromiso de los demás.
Para
alcanzar lo anterior, primero se debe de contar con la habilidad para
seleccionar a los miembros de un equipo, después con la capacidad para inculcar
el espíritu colectivo, de un ambiente de trabajo que permita precisamente
sentirse parte del trabajo y de los logros. Antes de iniciar, hay que estar
seguros que todos hablamos el mismo idioma y que entendemos cual es el
compromiso, una palabra tan sencilla y antigua como la humanidad, es un término
que los griegos utilizaban para establecer que en base a la fuerza de la
palabra ya existía un “compromissum” que se sustentaba en los valores de quien
se comprometía.
Para que
exista un compromiso, es necesario que haya un conocimiento, no debemos
desconocer los aspectos del compromiso. No podemos entrar a un proyecto
laboral, deportivo o político si se desconocen los objetivos que se pretenden
alcanzar. Estos son materialmente posibles cuando existe un compromiso
compartido, tanto del líder que encabeza el proyecto como de los personajes que
son invitados a ser parte de esta aventura. Es aquí donde cobra vital
importancia el saber de dónde vienen cada uno de sus integrantes, que es lo que
los motiva a participar, como explotar sus habilidades y que es lo que están
dispuestos a hacer por la misión colectiva.
En teoría se
supone que el anhelo de todo ciudadano es contribuir al mejoramiento de la
sociedad, al debate constructivo que exige de cada uno de nosotros un verdadero
compromiso para participar en la construcción de una sociedad justa, solidaria
y productiva, pero es aquí donde se pierde la fuerza del compromiso cuando,
nada de todo lo descrito con anterioridad se logra, si los padres no iniciaron
la formación de estos valores en sus hijos, para que cuando ellos crezcan puedan
en consecuencia comprometerse con verdadera responsabilidad.
Cuantos
ejemplos no conocemos de personas que no piensan en el compromiso y el trabajo
en equipo, ya que son presas de la ambición personal. Comenzaremos por lo
político, para poder afrontar los tres principales desafíos en México: la
superación de la desigualdad económica, la instauración de una cultura
plenamente democrática y la convivencia armónica en el respeto a las diversas y
verdaderas libertades. Para esto es necesario que el político conozca y aplique
los valores, pero ¿y si no los formaron en su casa?, pues por más que anhele no
podrá inculcarlos en sus equipos, porque ellos se conducirán como lo haga su
líder pensando que actúan correctamente para hacer realidad esta obra común.
Pero su proyecto estará incompleto y nunca se sumarán más personas para mejorar
y mantenerlo vigente en el futuro, ya que todo quedara en sueños y palabras que
se lleve el viento.
Este proceso
es algo complejo, para poder comprenderlo, es necesario citar ejemplo
ordinarios, y que mejor que los casos deportivos. Un manager de beisbol no
puede inculcar valores en sus jugadores, si él mismo carece de estos, por lo
que se limitara a entrenar, si bien les va y a darles indicaciones para que
entren en acción en el terreno de juego. Pero un jugador no puede aplicar en el
diamante lo que nunca ha aprendido, porque de manera espontanea no sabrá
batear, cachar, correr las bases o barrarse para dar el extra. Todo esto ocurre
porque no existe un compromiso de parte del manager hacia sus peloteros y los
peloteros al desconocer el objetivo del proyecto no tienen un compromiso con su
equipo. En consecuencia el objetivo principal está en un idioma desconocido y
nunca se alcanzara por más que jueguen pelota todos los días, porque como diría
José Alfredo “siempre caigo en los mismos errores”.
Otro caso de
la vida real, en el ámbito deportivo, es el entrenador de un equipo de futbol
que al no darse el tiempo de platicar para conocer a sus jugadores, pues
desconoce sus necesidades e intereses por el futbol, por lo tanto al tomar
decisiones están son limitadas. Llegando al caso de que no obstante que estos
le compartan sus vivencias, tales como problemas familiares o el tener que
sacrificar horas de trabajo, o realizar largos y agotadores traslados de una
ciudad a otra para incorporarse al equipo, simple y sencillamente los ignoren
por completo dejándolos en la banca. En este caso, si existe un verdadero
compromiso del futbolista hacia el equipo, pero el equipo no valora su esfuerzo
y compromiso, por ende el desarrollo colectivo se perderá no obstante que se
consigan triunfos, ya sea en temporada regular o en fase de penales.
Cada
historia de vida es una oportunidad histórica para aprender y comprometernos
con los proyectos sociales, pero para que exista una superación y crecimiento
continuo, es necesario un desarrollo colectivo, por ende reiteramos que las
grandes obras políticas y sociales no se alcanzan en solitario se logran con un
verdadero trabajo en equipo. Los campeonatos no los conquista un solo jugador,
ni Maradona, ni LeBron, ni Jetter fueron los reyes jugando solos, inclusive en
los deportes individuales como el Golf o el Tenis, el campeón requiere de la
fuerza en el compromiso por parte de un equipo, y si no lo creen, pregúntele a
Tiger Woods que tiene tres años jugando solitario y sin los resultados
esperados, todo por no cuidar los aspectos de una relación profesional y
personal.
Notas al Vuelo: La moneda está en el aire…algunos lo entenderán y
otros lo dejaran pasar.
El autor es analista político desde 1992, catedrático universitario
y con amplia formación en el servicio público. Columna No. 124
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